jueves, 24 de enero de 2013

Multiversos.

Pensé que podía saber mucho con las palabras, pero le eché un vistazo a tus ojos, tan misteriosos, llenos de cerraduras, chapas sin llave, puertas que tal vez nadie nunca podrá abrir. Todos somos un infinito universo dentro de otro y otro y otro, terminamos siendo las hormigas en la existencia de un niño grande que nos observa con una lupa.  Ese niño piensa que hay alguien que lo ve a través de otra lupa como una hormiga y hormigas del tamaño de hormigas que tal vez piensan que ellas no son hormigas. Esa analogía de pronto se vuelve infinita porque siempre pensamos que hay algo más pequeño o más grande.



 Hormigotas.
Hormigas.
Hormiguitas.

sábado, 19 de enero de 2013

Mi amiga Sofy.


El arte de irse para adelante y de para atrás cuando sabes que le gustas a alguien. Sofy es torpe para responder a una señal de acercamiento,  yo diría más bien que lo convierte  todo en un alejamiento, por eso está tan sola, sola solita sola. Pienso que su pelo es demasiado peinado y que alguien que critica los corbatines no es conveniente para ella, pero Sofy insiste en que es guapo y yo insisto que no es suficiente, le digo que es tonta mientras enciendo un cigarrillo. El otro día me contó que fue con él a un bar cerca a su casa, pidieron dos póker, pusieron música que yo no escucho. Las luces azules de neon hacían ver muy brillante la espuma blanca de la cerveza, Sofy se fija en esos detalles aunque a veces suene estúpida mencionándolos a la gente, ese día le dijo a David que con esas luces la cerveza parecía una bebida radioactiva; él se quedó en silencio mirando a unos viejos que reían en la puerta, como queriendo irse. Sofy se puso muy triste.

Quiero acordarme de la primera vez que pensé que el mundo es una mierda, pero no lo recuerdo, el recuerdo más cercano que tengo es los ojos de mi papá posados en mí mientras me acariciaba la cabeza y me decía: Voy a volver, voy a volver, lo prometo. Sofy sabe que todavía recuerdo a mi papá, ella me habla de los chicos con los que sale y aunque a mí no me interese me siento mejor porque puedo pensar en otras cosas. Una vez le dije que no habláramos de chicos, le dije que habláramos de átomos, del bing bang, del origen del hombre, de la misantropía, de política; pero siempre que hablamos de eso llegamos a la conclusión de que todo está demasiado dañado para ser reparado ahora, hay esperanzas pero muy pocas porque los hilos con los que nos ha manejado la sociedad se han hecho fuertes, uno intenta escapar pero siempre se vuelve, una y otra vez. La salida es ayudar a los que más lo necesitan, leer un libro que te lleve a algún lado, un papelito, un humo feliz que te transporte al borde de la vialactea mientras ríes y ríes con tus amigos. Por eso a veces prefiero que no hablemos de eso, me deprime.

Sofy no cierres lo ojos, no te sientas sola porque yo estoy contigo, nunca dejes de ser tú porque yo me doy cuenta cuando aparentas, cuando aparentas te extraño mucho pero luego vuelves a hablarme y me siento completa porque sé que te quiero y que vas a estar conmigo al menos en este momento. Yo algún día conseguiré un chico pero déjame decirte que por ahora no me interesa, por ahora me basta con la grata sensación que tengo cuando el olor a chocolate caliente me levanta en las mañanas, eso que siento cuando veo a alguien tocar cualquier instrumento, quiero aferrarme a esos pensamientos, no quisiera que algún mentiroso me robara mi sonrisa y mi tiempo, por eso hay que mirar bien, elegir bien, equivocarse muchas veces. 


martes, 8 de enero de 2013

Reflexiones en polvo.


Huyi dejó su collar de perlas sobre la mesa de  noche, duerme tranquila a mi lado, yo miro el reflejo de la luz de la lámpara multiplicado en cada una de las perlas, estoy preocupado de que esas perlas no existan, de que Huyi no exista, de que yo en realidad nunca hubiese tenido las agallas de enamorarla para que dejara al idiota con el que salía cuando me conoció. ¿Y si nunca lo hice? Podría estar solo en cualquier apartamento de Nueva York tratando de ganarme la vida como artista porque en Colombia no pagan bien a  los artistas, acá sólo somos hippies que fuman marihuana antes de las 7 de la mañana y seguramente antes de dormir. No digo que sea mentira, sólo digo que eso piensa todo el mundo que somos, ni si quiera sé que digo, no soy artista, soy abogado, no vivo en Nueva York, vivo en Bogotá, no vivo solo, vivo con Huyi porque ella me amaba más que el idiota con el que salía; tengo el gran privilegio de estar contemplando su collarcito sobre la mesa, hace unas horas lo usó cuando salimos a tomar café al Oma de la esquina, estaba muy hermosa y tenía ese labial que tanto me gusta.

En el fondo soy artista, Huyi sabe eso, que siempre quise ganarme la vida pintando, pero me vendí, hice caso a mis padres, no a mi corazón. Pero si hubiese escogido el arte seguramente ella no estaría aquí, no sabría eso de mi porque lo de ganarme la vida pintando sería una realidad, no estoy seguro si muy buena o demasiado miserable, pero ya no sería una frustración. Si fuera artista seguramente tendría otras frustraciones, como pensar que hubiese sido mejor ser abogado porque pagan mejor y hay más trabajo. Eso no importa, vuelvo a las perlas y a Huyi al lado mío, un pequeño ronquido sale de su garganta, esos que parecen ronroneos, pienso que la quiero y me levanto de la cama. Estoy frente al espejo y hago muecas, empiezo a hablar, a mirarme a mi  mismo a los ojos, ensayo la forma en que miraría a alguien a quien le estoy diciendo algo realmente importante, alguna verdad tan transparente en cada fibra que es difícil de decir sin mirar de esa manera. Hablo, digo cosas al azar a una persona que no sé quién es y pienso que debería estudiar teatro. Al final me siento tonto y me río, mi reflejo es testigo y se ríe conmigo.

Vuelvo a la cama, la lámpara sigue encendida y Huyi duerme, yo me acuesto otra vez, me concentro en la luz cálida de la lámpara y el polvo que vuela a su alrededor.  Intento  acariciar las partículas flotantes de polvo con los dedos, pienso que ese polvo alguna vez fue parte de mi, parte de Huyi, parte de una almohada, de un peluche. Todo se desprende y muere en el aire, el acto de limpiar el polvo con un trapo mojado  es como limpiar pequeños cadáveres de partes de nosotros que ya cumplieron su ciclo. De pronto el polvo me parece algo importante y solitario a la vez. De alguna forma morimos cada día y alguna cosa vuelve a nacer en nosotros, así, todos los días, hasta que ese proceso se vuelve lento y entonces nos empezamos a llenar de prejucios, de arrugas, de muerte; al final nos convertimos en uno de esos cadáveres, nos convertimos en el polvo que descansa encima de los televisores, los escritorios, las bibliotecas, los estantes…

Pensar en eso me asusta un poco. Apago la lámpara, me acomodo en mi lecho y abrazo a Hugi. Hugi ronronea de nuevo, ya no me asusta tanto ser polvo. 



martes, 1 de enero de 2013

Isabel, estás perdida.


Estábamos esperando todos el año nuevo en la sala. Yo, unas horas antes, estaba frente a mi rostro reflejado en el espejo, pensando en cómo maquillarme para que no se me notara la tristeza. Antes de pensar en que polvorín colorido me iba a echar en los párpados, en qué corrector iba a usar para las ojeras, pensé en la verdadera razón de esa molesta melancolía que colgaba de los bordes  de mis labios bajándome la sonrisa, accesorio ínfimamente necesario para ese día.

Mis tíos, mis primos, mis abuelos, mis padres y  mis hermanos invaden cada rincón de la casa. El único lugar tranquilo es el baño, donde yo reflexiono sobre las cosas que había hecho en un año, es increíble como se comprime la información de un año  en tan sólo un día, en tan sólo un momento; había hecho muchas cosas, había conocido personas,  tal vez yo había cambiado, pero mi vida y el aparente rumbo de ella no. Los primeros rumbos que decidí tomar son difíciles de desviar; me estoy dando cuenta que el lugar a donde voy no me gusta demasiado. Las personas risueñas que están sentadas conmigo en la sala piensan que eso soy, que ese es mi rumbo. Pero en ese momento, cuando me miré en el espejo, con los ojos hinchados de tanto llorar, supe que terminaba como todos los años nuevos. Sin saber quién era yo. Sin saber en realidad que amaba. O lo que quería. Equivocada.

-¡Isabel!-

 La tía Melva me llama, yo sobresaltada me echo agua fría en la cara para disminuir el color rojo de mi mirada tonta ¡tonta! Bajo las escaleras y ella me espera con una natilla en un plato de icopor, naturalmente  ella no sabe que odio la natilla, o no lo recuerda; pero no saberlo y no recordarlo es lo mismo porque quiere decir que no le interesa. Yo le digo que no quiero y ella se me queda viendo.

-¿Estabas llorando?-

-No tía, me pegué en los ojos-

-¿Te pegaste en los ojos? Preguntó mientras soltaba una sonrisa sarcástica al final, extrañada.

-Sí, así como uno se pega en las rodillas (en el alma) o en los codos (autoestima), uno también puede pegarse en los ojos (felicidad)-

Ella me miró con compasión, me dio unas palmaditas en los hombros y me dijo: -Ya no llores niña, eres muy joven todavía-. Tenía razón, pero a veces ver personas de mi edad tan seguras de sí mismas me hacía sentir envidia, esa envidia color naranja fluorescente que hace que se pinten los sueños con la necesidad de darle más vueltas a la cuerda.

Es que la sociedad quiere que hagas todo rápido. Si tienes 25 y no te has casado te está cogiendo la tarde, si estás en once grado y todavía no sabes a que te vas dedicar toda tu vida te está cogiendo la tarde, si tienes 26 y sigues estudiando te está cogiendo la tarde,  si tienes 16 y aún eres virgen te está cogiendo la tarde, si tienes 32 y no has tenido hijos te está cogiendo la tarde. Eso me molesta profundamente y me hace querer mandar todo a la mierda, todo lo que hago, es que a veces pienso que todo en mí llega tarde.

Uno se empieza a preocupar demasiado por el tiempo estipulado popularmente, creo que el tiempo que debería preocuparme es el mío, el que yo decido, mi propósito ahora es dejar de preocuparme por el ritmo exterior y empezar a escuchar el número de latidos de mi corazón que ahora camina tranquilamente mientras todos gritan ¡Feliz 2013!

Debo agradecer que tengo una familia, (aunque ahora es incompleta) con la cual paso el año, que tengo amigos de verdad (Muy pocos). Sólo me falto yo, que es el vacío más grande; el que ahora cubro con una base de Max factor para el dolor, polvos Nailen número uno para la melancolía, lápiz negro marca Vogue para los malos pensamientos, labial color pétalo de rosa pálido para la sonrisa falsa.





 Algún día me encontraré y diré: “Isabel, te he estado buscando”.