miércoles, 11 de julio de 2012

Un poco de oxígeno.


Preguntas que queman los libros que no pudieron responder, las palabras, las personas que no pudieron contestar, un cuestionamiento más o menos lógico que no debería ser difícil de descifrar. Luego usted mira un poco hacia arriba, un poco hacia abajo, sólo queda el agua sucia de la nada sin aclarar, quedan las respuestas titubeantes de algunos labios que esperan no mentir mientras hablan. ¿Cómo pueden esperar eso unos labios? Si eso es tan humano, sentirse en medio de algo que ni siquiera se puede explicar, hundirse y convertirse en ese pensamiento que tanto tiempo ha vivido en la mitad del cielo y el infierno  de la experiencia inútil.

No es tan sencillo naufragar en la saliva de una boca indigna, ser sólo un pequeño pequeñísimo pensamiento en la esquina de su almohada, en la esquina de sus labios. Algo muy simple como el amor puede hacerle dudar  a usted sobre la propia existencia,  estar congelado bajo el sol mientras todos andan shorts le hace cuestionarse sobre el origen de todo, que tuvo que pasar ese sándwich de atún para que pudiese comprarlo, pudiese comerlo y digerirlo. Quizás la cabeza se llena de esas reflexiones para huir del verdadero significado de amar, no se quiere acercar a él, es como una llama ardiente en medio del mar, aunque este en el agua sigue incinerando sonrisas, puede ser peligrosa, peligro, que tonta palabra, puede ser sólo una excusa para evitar eso a lo que uno se tiene que enfrentar. ¿Enfrentar? Pues sí, de eso se trata el nacimiento del alma, debe cruzar largos mares ardientes para ¡Salir!, ¡Salir!, ¡Salir a respirar!