viernes, 30 de diciembre de 2011

La taza rota.



Con sus pálidas manos sosteniendo la taza de té, frunció el ceño y observó el reflejo de la ventana en el agua que casi hervía.  Se sintió algo desdichado, ya eran vísperas de año nuevo y lo único que tenía era un loro viejo que nunca aprendió a hablar y una pila de platos que hace semanas no se lavaban. Recostó su cabeza sobre el comedor y sintió un sentimiento inmundo de lástima por sí mismo, pensó en su mamá que ya hacía 3 años había muerto de risa (En serio, se ahogó con un pedazo de pan mientras su esposo echaba un chiste).

 Sentía que su vida era un libreto de película de drama donde él era el único  personaje, el único participante en ese maldito film, recitando líneas al viento, hablando con su sombra. Miró el cielo negro que se veía a través del velo,  agarró el mantel de la mesa con fuerza y lo mandó lejos, la taza de té se rompió al chocar con velocidad contra la pared, y él sonrió con furia, como si se hubiese vengado del asesino de su sentido del humor.  

El reloj colgado en la pared había sido ignorado durante horas, a ese hombre lo invadía el miedo de que se marcaran las 12:00 y todo estuviese igual, que fuese el mismo perdedor que se levanta a las 6:00 para llegar a las 7:00 a trabajar, el que suspira cuando se sienta en cualquier lugar, el que sueña demasiado y no le ocurre nada. Siempre tan estúpido, invisible como el aire, nadie vendría a  abrazarlo a las 12, todos estaban ocupados con sus maletas y sus uvas y sus champañas de mierda. 

Miró el desastre que había hecho y volvió a sonreír con malicia, nadie le importaba lo que hacía ni lo que pensaba, tenía un actuar desordenado que podía disimular tras un traje impecable de ejecutivo, tras un disfraz de ilusión y tristeza. 

De pronto, creyó escuchar el timbre, por unos instantes pensó que era una alucinación producto de la rabia que le inundaba, pero el timbre sonó la segunda vez y el con las piernas temblorosas se paró a mirar quién era. ¿Sera un domicilio equivocado? ¿Será un niñito que intenta jugarme una broma? ¿Sera? Sera…Apoyó la mano contra la chapa y abrió la puerta con delicadeza, detrás de la puerta estaba la vecina del piso de arriba con una botella de vino en la mano derecha y con la otra mano apoyada en la cintura. 

–Hola– Dijo ella, con los ojos tristes y la boca contenta.

–Hola Andrea– Respondió, con la voz temblorosa, sin saber que hacer o qué decir.

Ella lo miró con sus ojos castaños, tenía el maquillaje regado bajo los ojos como si hubiese llorado toda la tarde. Él se atrevió a mirar la hora en el reloj de la pared y eran las 11:30 pm. 

– ¿Y este desastre? – Replicó ella mientras dejaba la botella de licor sobre la mesa.

–No es nada, pensé que no vendría nadie–

–Yo también estaba pensando en lo mismo, entonces en lugar de esperar a alguien decidí ir dónde alguien me esperaba–

Él la miró y sintió que era la mejor visita  que había tenido en años, se acercó hacia a ella y preguntó:

–¿Por qué sabías que esperaba a alguien? –

–Todos siempre esperan a alguien, algunas personas dicen que no pero en realidad todos lo hacen–

Andrea se sentó en la sala, mientras tanto Pluto cogió el vino y buscó el destapa corchos en la cocina, lo destapó y lo sirvió en dos elegantes copas. Se dirigió hacia la sala y le ofreció una, ella lo miró con una sonrisita pícara.

–Gracias, que gusto pasar la noche contigo–

Pluto le apartó la copa de vino de la cara, le dio un beso salvaje y ella rodeó con sus brazos su espalda. Dejaron caer las copas de vino en la alfombra, una mancha que no iba a quitar en mucho tiempo pero que sería el recuerdo de aquella noche cálida, llena de besos y de sábanas, noche que iba acompañada de un año nuevo con desayunos en pareja por la mañana. 



domingo, 25 de diciembre de 2011

Frank.

Que jodido problema, mi mamá nunca me entiende, los adultos son tan insensibles como uno mono sin cerebro. Estoy aquí hace una hora, sentado frente a un plato de vegetales que me miran con ojos de “si no me comes te castigan”. Los vegetales no tienen ojos, pero en momentos como estos si los tienen. Mi mamá dice que me voy a quedar pequeño si no como mis verduras, pues MEJOR, prefiero ser un jodido enano que crecer y convertirme en un aburrido adulto comedor de verduras. Ella no entiende nada, no entiende que tengo una estrecha relación con las galletas oreo, he intentado explicárselo, pero mi amor por las galletas es algo imposible. ¿Por qué lo más delicioso es lo más prohibido? Solo tengo 9 y la vida parece injusta, quisiera volar lejos en mi nave espacial, no quiero que a mis carros de carreras ni a mis soldados de plástico les pase lo mismo que a los de Toy Story, yo quiero ser un Andy que va a la primaria por siempre.

 Empezar a comer verduras es un grave indicio de que estás envejeciendo.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Conformista.


Pluto salió de la tienda de libros “La Gran Pera” hacia su casa, uno de sus hobbies era examinar cosas detenidamente y no comprarlas. Una vez afuera miró hacia atrás para ver si Andrea aún se encontraba adentro, y allí estaba, con sus naguas hasta las rodillas, los calcetines escurridos y sus zapatos de mafalda.  Su ropa parecía dibujada por un caricaturista, pero eso no era un problema, estaba seguro de que su alargada figura tenía una misteriosa elegancia que no se reflejaba en los atuendos que ella usaba. 

Caminó por las calles vacías de su barrio, iba contemplando los jardines que bañaba el sol en aquella hermosa mañana. Siempre contaba el número de personas que lo miraban, esta vez fueron 25;  23 mujeres y 2 hombres, eran demasiadas personas para 5 minutos, llegó a la conclusión de que había una posibilidad muy grande de que la gente lo considerara guapo.  Entró a su casa, se dirigió hacia cocina, abrió la nevera y lo único que le quedaba era un six-pack de gelatinas de mora y un litro de helado en el congelador. Se alzó de hombros y pensó: –Quisiera amor y helado, pero me conformo con helado–

Las tenebrosas nubes grises cubrieron el cielo en un santiamén, el clima estaba jodido, igual que todos los que vivían en ese bloque de apartamentos. Estaba viendo en la televisión un documental de asesinos seriales, pensó en Andrea, ella no tenía nada que ver con asesinos seriales pero si con el cielo gris, se preguntó si alcanzaría a llegar a su casa antes de que el aguacero se soltara, su hermoso cabello corría peligro. Pronto, escuchó el sonido de unos pasos en las escaleras del edificio, miró por el hoyito de la puerta y era ella, vivía 3 pisos más arriba y era muy extraña, no tenía idea por qué hace algunos momentos sintió preocupación por ella. 

Se sentó de nuevo en el sofá y ya iba acabando el helado –Ay, pues no, no hay una novia al final de la cubeta de helado– –Dijo sarcástico. 

Andrea se encaminó a preparar el almuerzo, quería prepararse algo delicioso, pero la frustraba la idea de hacer algo durante horas para después tragárselo en 10 minutos. Entonces se le quitaron las ganas de preparar comida y decidió que se haría un sándwich cuando le cogiera hambre más tarde. Prendió el portátil y miró algunos de sus mensajes en Facebook, siete pobres notificaciones que gritaban por ser vistas y TODAS eran de juegos.  Se molestó y se metió a ver películas en línea, pensó en que su domingo no podía ser más aburrido. La imagen del rostro de Pluto apareció como un brochazo en su cabeza. –Hmm…Pluto, si al menos tu nombre fuera común sería más fácil no acordarme de ti–

Andrea no se sentía lo suficientemente linda o lo suficientemente graciosa o valiente para invitarlo a que se quedara al menos una tarde en su acogedor apartamento; alguien que vivía a tan solo 3 pisos parecía más inalcanzable que una estrella. 

Pluto siempre invitaba a sus amiguitas a su apartamento, despampanantes chicas como de 2 metros de altura.  Andrea se comparaba con ellas y se sentía como una Pepsi al lado de una Coca-cola. –A puesto a que el IQ  de esas chicas no pasa de 90– Dijo hacia sus adentros, quería ahorcarlas a cada una de ellas con la cuerda de colgar ropa, pero no se podía, todo se quedaba siempre en pensamientos, la vida se le hacía tan distante e imposible que prefería refugiarse en sus propias fantasías, en las historias que le regalaban los buenos autores, aventuras literarias que ella jamás emprendería.

Que importa, nada que un té y un libro nuevo no curen.


martes, 13 de diciembre de 2011

No sabe pintarse las uñas.


Ella abrió los ojos, se encontraba tendida sobre su cama, miró hacia el techo, suspiró y con el cabello revuelto levantó su cuerpo cansado. La mañana olía a jugo de naranja, a monotonía, a lugares que querían ser recorridos pero que no se recorrían porque no había dinero. Después de desayunar entró al baño y revolcó en los cajones del gabinete buscando un removedor de esmalte, ya era hora de quitarse la pintura de las uñas; llevaba semanas allí y ella no había tenido tiempo de quitársela (O bueno, si había tenido tiempo, sólo que no se le daba la gana de hacerlo). Una vez  borrado el viejo color de uñas, sacó otro esmalte color rojo carmesí, iba perfecto con el color de su aura.

Después de arreglarse y hacer todas esas cosas que hace la gente normal antes de salir a la calle, salió de su apartamento y se dirigió a “La Gran Pera”, un lugar donde vendían libros nuevos y de segunda en rebaja. Ya se había leído todos esos viejos empolvados que descansaban en la biblioteca de su casa, y no le gustaba salir mucho, prefería quemar letras con sus ojos para matar el aburrimiento. La librería quedaba cerca, se fue caminando pensando por qué rayos un lugar donde vendían libros se llamaba “La Gran Pera”, era un crimen ponerle nombre de plaza de mercado a un templo de libros. Ella estaba segura de que el dueño del lugar ni siquiera sabía quién era Julio Cortázar, alguien que se ha leído al menos un libro de Julio Cortázar no le pondría “La Gran Pera” a una tienda de libros.

Cuando llegó al lugar se encontró con el vecino que le gustaba, llevaba ropa elegante, le pareció curioso, el nunca llevaba ropa así. Ellos no se conocían bien, apenas se sabían sus nombres y se saludaban cuando se veían por ahí en la mañana. Ella no quería que la viera, llevaba un atuendo como de “Voy a ir a comprar la leche porque se me acabó”,así que caminó rápidamente a la zona de literatura  Colombiana y se puso de espaldas para que no la reconociera. Estaba echándole ojo a uno de Daniel Samper, leyó unas primeras líneas de un libro que se llamaba “Esto no es vida”, era un tipo gracioso, lograba atrapar con algunas de sus historias. Mientras ella leía miraba hacia los lados para ver si estaba el tiburón asechando, escuchó unos pasos que se dirigían hacia el pasillo donde ella estaba y era su radiante vecino, ella intentó taparse la cara con el Daniel Samper, pero el libro era muy chiquito y su nariz grande lo apartaba de su cara.  Los pasos se escucharon más cerca, mierda, había sido descubierta por el más sexy del edificio con una pinta de solterona que no podía ser más evidente.

–Hola Andrea–

–Hola…–  Saludó con la cabeza agachada intentando hacer que el cabello largo y castaño le cubriera la cara.

– ¿Qué estás leyendo?  “Es-to no- es vi-da” –  Dijo él con esfuerzo mientras se agachaba bajo el libro para ver la portaba. Sus ojos castaños se detuvieron un momento en sus manos y una amplia sonrisa se dibujó en su rostro.

–Es un buen libro– Dijo Andrea mientras pensaba: ¿Por qué coño no puedo pintarme las uñas bien? Ahora mi vecino sabe que el esmalte de uñas no es mi fuerte.

–No sabía que te gustaba leer–

–Creo que los libros dan mejores consejos que la gente–

Él la miró y hubo un silencio incómodo por algunos segundos. Andrea pensaba que hubiese sido más fácil sostener una conversación con Pluto si hubiera ido a la librería con una mejor pinta. Luego pensó que Pluto era nombre de perro y se preguntó si él era perro; Tal vez sus papás si eran perros, por eso no se les ocurrió otro nombre.

Pluto había notado la indiferencia de Andrea y pensó que ella no quería hablarle, entonces decidió alejarse un poco haciendo como si buscara un libro. Andrea lo miró por encima del libro de Daniel y sonrió inocentemente, luego caminó lejos de él y pensó en la infancia de Pluto, debió a ver sido difícil con ese nombre. Menos mal era lindo, si no lo fuera sería difícil ignorar que tiene el nombre de la mascota de Mickey Mouse.  Mi mamá me jodería mucho si me caso con alguien que se llama Pluto.

Todo es perfecto en él, hasta su nombre me gusta. 


viernes, 9 de diciembre de 2011

Creaciones.

Cerré los ojos, los volví a abrir y me rodeaba una espesa neblina. No sabía dónde estaba, me sentía en un folio en blanco,    estiré mis brazos hacia el frente y las nubes densas y blancas no dejaban ver mis manos. Intenté caminar hacia el frente, tuve miedo, no se podía ver nada, di el primer paso y sentí una ligera humedad en la planta del pie.  Estaba descalza, me asusté al comprender que me encontraba parada en medio del mar  sobre una fría capa de agua.  -¡Imposible!- Grité hacia el cielo mientras corría intentando alcanzar el horizonte que dividía el cielo y el mar.

Era medio día, no hacía calor, era más bien una brisa fresca que envolvía la piel de mi cuerpo. Todo era tan hermoso, tan irreal, esa sensación de que vas a hundirte pero no te hundes, me sentía parte de una historia bíblica; imaginé que en cualquier momento algún destello divino podría salir del cielo y arrebatarme para siempre.

Sentí un cosquilleo en los pies y me sobresalté, eran los peces que paseaban ligeramente bajo el agua. Me agaché sutilmente para contemplarlos, era hermoso poder ver las criaturas del agua sin estar sumergida en ella. Metí mis manos dentro del agua para poder sentirla recorrer los nervios de mis palmas, suspiré y un par de lágrimas salieron de mis ojos. –Todo esto es hermoso, pero quisiera poder compartirlo con alguien- Pensé mientras observaba melancólica mi reflejo.

De repente, sentí que mis pies empezaban  hundirse, me paré rápidamente con el corazón en la garganta, yo no sabía nadar y estaba en medio del mar salvaje. Pronto me encontré sumergida de pies a cabeza, intenté abrir los ojos para lograr ver algo y lo más extraño era que veía como si tuviese puestas unas gafas de buceo; veía sombras y rostros de personas que yo conocía, todos se burlaban de mi e intentaban atraparme con sus ojos diabólicos, intenté nadar lo más rápido que pude y noté que se me estaba acabando el aire.  Las sombras lograron alcanzarme, yo me quedé sin oxígeno y mis ojos se cerraron pausadamente; me sentía dentro de una espiral gigante, sentía como mi cuerpo se hundía lentamente…

Me despertó un ligero dolor de cabeza y ya no me encontraba en el mar, me encontraba en una tenebrosa mañana lluviosa. Miré hacia el techo, suspiré y pensé: - Si hubiese disfrutado más de mi soledad, no hubiese acabado todo tan rápido- 


sábado, 3 de diciembre de 2011

Pasión.

Estaba la noche llena de risas, una nube de humo volando sobre los rostros felices, la música, su recuerdo, las gafas sobre la mesa, los actos impensables. Esta va por ti, por mí, porque solo por hoy nada importa, nadie importa, solo es el mundo y la nada uniéndose conmigo. Hoy soy solo pensamientos, soy un ente que solo comprende su propia existencia. ¿Qué importa? Ya mañana volverá todo a la normalidad, hoy bebes para que el mundo y las miradas giren a tu alrededor, sabes que no es así, es tú imaginación, solo es tu cuerpo intoxicado de los días que has estado arrastrando.

Miras su rostro entre la gente, su cabello largo, es extraña, no la conoces pero sientes como si hubiese sido así desde siempre.

–– ¿Y ella? ¿A ella le importará?–– Te preguntas, como si hubiese esperanza. No creo que le importe, ya no me ama, hazte a la idea imbécil; mírate, lo máximo que puedes hacer es fumarte los días cansados de su ausencia, debes aprender a pedir un trago con ímpetu, con melancolía, con la voz del corazón roto. Sino aprendes a pedir un trago con el alma jodida estar despechado no se puede, no vale la pena.

Si vas a estar triste hazlo con pasión, si vas a estar feliz hazlo con pasión, si vas a estar enamorado hazlo con pasión, si vas a fumar hazlo con pasión, si vas beber hazlo con pasión, si vas a cantar hazlo con pasión, si vas a escribir hazlo con pasión; Siente todo en su hermosa totalidad,  los sentimientos a medias no cuentan, porque las vidas a medias no cuentan. 


Hay luz dentro del cuerpo, y esa luz no es el alma exactamente.