Me acuerdo que no estás cuando
voy a servirme aceitunas y el frasco
todavía está lleno. Lo sostengo en mi mano despidiéndome, me siento flotando en
una nube gris mientras la aceituna ácida, salada y blanda se rompe entre mis
dientes. Éramos los únicos que comíamos
aceitunas en casa, ahora las como yo sola,
el frasco dura más y mi risa un
poco menos.
Lu estaba aburrida y al mismo
tiempo asombrada, podía tener varias emociones, todas lo suficientemente
fuertes como para tener la capacidad de florecer en ella a la vez, con
la misma intensidad, mezclándose como un dibujo hecho de tizas de colores
cuando se derrite con el agua de la lluvia. Salpican esas sensaciones mientras
Lu se queda estática en su asiento, viendo por la ventana las luces que
duermen sobre las montañas negras, sintiendo la velocidad de la
carretera debajo de su cuerpo.
Mira a su hermano sentado al lado
de ella, contemplando la oscuridad por la otra
ventana, a su mamá intentando pintarse
los labios en el espejo, a su papá concentrado en el acelerador y el volante.
Todos están muy cerca pero sus pensamientos lejos. Esos pensamientos no pueden cruzarse porque
no son humo que se evapora y vuela por el cielo; son objetos, lugares, rostros, personas que se quedan atrapados
en las paredes del cráneo. Sí, se quedan
ahí, sin salir, por eso es tan difícil entenderse, levantarse por la mañana y tratar de adivinar qué es lo que quieren todas esas personas de ti, o para que
te quieren allí. ¿Es una simple obligación o un instinto natural? El amor,
difícil hablar de eso porque al hablar
de eso Lu podría estar refiriéndome a lo mismo que un instinto natural. Dicen que tu corazón está en el hogar, pero
ella dice que el corazón de todos allí late diferente, todos en un boom a
destiempo que crea un ruido insoportable.
Al final todo eso no importa, lo
único que tienen que hacer es seguir sonriendo en las fotos y ponerlas en
portaretratos para que las personas las vean cuando vengan de visita. Luego, cuando tú vayas de visita a
otra casa, verás una foto similar sobre la chimenea y mirarás con curiosidad
todos esos rostros sonrientes, llenos de secretos.
Me agradan las aceitunas. Sus sabores suelen ser atípicos, como la vida o eso me parece. Me agrado leer esto. Un saludo, suerte.
ResponderEliminarGracias Carolina por tu paso y tus palabras, a ver si consigo engancharme un poco más al mundo bloguero y venir a disfrutar tus letras intensas y tu música. Te dejo un abrazo.
ResponderEliminarHe llegado aquí por una casualidad, una casualidad muy disfrutable. Regresaré pronto, muy pronto, que he disfrutado muchísimo tus letras.
ResponderEliminarAbrazo.
Es un gusto. Haces que se vivan los relatos en primera persona, Carolina.
ResponderEliminarTienes alma de escritora.
Me he sorprendido, porque me identifico mucho con esa sensación que te deja estar en un sitio rodeado de gente y pensar que es lo que se les pasa por la cabeza, querer sentir que es lo que piensan sus necesidades, lo que se pasea por sus mentes cuando estas enfrente de ellos y te hablan o fijan sus ojos en mis gestos, incluso con las personas que quieres se produce esa sensación de desencuentro en pensamientos que no se puede advertir muchas veces como no sea con la intuición de que estas en la misma órbita de pensamiento, eso que ocurre cuando miras una fotografía de alguien y se a capturado su estampa pero no se puede saber el pensamiento en ese instante, yo suelo mira los ojos a ver que dicen e intentar volar en esos pensamientos que volaban en esos momentos.
ResponderEliminarMe encanto este microrelato y felicitarte por tu blog del que aunque todavía conozco poco me sabe muy bien.
Un saludo y encantado de leerte Carolina.
Una entrada preciosa, quedan pocas personas que se expresen tan bien y, no sé, por lo que dices, parece que sí consigues que nos metamos en la historia y, con perdón, joder, me alegra muchísimo que aún exista gente así.
ResponderEliminarUn beso, te invito a pasarte por mi blog y a seguirme si te gusta, espero volver por aquí prontito!♥
Me llegó, me tocó el corazón y se quedó. Cómo siempre¡¡ Genial.
ResponderEliminarSaludos
Dios, cuánto hacía que no me pasaba por aquí, ¿no? Terror.
ResponderEliminarEs un poco como lo de que las apariencias engañan, ¿verdad? Todas las familias, todas las personas tenemos nuestras cosas. No somos perfectas. Y los secretos... siempre están ahí, al fondo de todas las aceitunas.
Precioso.
Besitos <3
Miss Carrousel
Curioso, lo poco que se parecen los rostros deshabitados de esas fotos de repisa, a los propios habitantes de las casas. Como si hubieran huido de sí mismos.
ResponderEliminarAbrazos, siempre