La encontré sentada en el suelo,
mirando al vacío, como flotando, volando, floreciendo o marchitando. Difícil indagar lo que hacían sus ojos ausentes que se soplan en el panorama de la
monotonía ciudadana, hormigas corriendo, empujando, metiéndose en espacios
reducidos para llegar a otros lugares más reducidos. Escriba esto en su libreta
jefe, escriba que la vida no es para estar aquí; anote el tiempo que perdí, el tiempo que le
debo, el tiempo, tiempo, tiempo, tiempo.
La tierra se mueve debajo de tí,
tiembla de tantos pies que la golpean saltando al ritmo vacío del bajo que
suena como el diástole de un corazón palpitando y un vibrato sostenido en los sentidos de los
oyentes. Y se les escapa la noche entre los dedos, intentas sostener el
sentimiento inicial con las uñas pero no puedes, es difícil mantener una
sensación placentera y sostenida con alguien como tú, que iluminas sonriendo
pero destruyes cuando frunces el ceño y se te brota la vena de la sien. Pero trabajas y a veces viajas,
trabajas y a veces vives, trabajas y a veces comes, trabajas y conciertos,
trabajas y amigos, trabajas y trabajas. Entonces,
dice la gente que hay que trabajar en algo que guste, porque si se gasta el
tiempo haciendo algo en lo que se siente fuera de lugar, se envejece con patas
de gallina. Algunos están dispuestos a conformarse, algunas personas
confunden la felicidad con el asqueroso conformismo.
Será que yo me he acostumbrado a
ti Dalia, me he acostumbrado a llegar tarde y encontrarte ya dormida, con la
boca abierta, a veces me parece que estás como vacía y ya no siento la
sensación de trabajo y Dalia, tal vez ahora sólo trabajar y viajar, trabajar y
conciertos, trabajar y amigos pero ya no más trabajar y Dalia.