Llevaba ese saco blanco, miraba disimuladamente
hacia los lados mientras pegaba su chicle bajo el pupitre. Los tenis desamarrados amenazaban con hacerlo
tropezar y moverle la realidad rectilínea, sonrisa distractora, adiós a los
números del tablero, al hablar interminable del profesor y su calvicie. La
chica que se sienta al frente es tan linda, dice estupideces pero es linda, linda, linda,
linda.
Esta mañana sus neuronas estaban
tristes, entonces pensó en la tonta serotonina que hace de las suyas en los
espacios sinápticos ¿Ella hace lo que le da la gana o él deja que lo haga? Pueden
ser las dos cosas, o no, cuando no te controlas entonces hay pastillas,
fluoxetinas mágicas que no te harán feliz pero si menos peor. Tontas capsulas engañosas contenedoras de
curas de cosas que en realidad todavía no entendemos; todo es culpa de la
contaminación, de los edificios muertos encima del cemento muerto, encima de la
tierra que estaba viva pero que ahora está muerta, pero la tierra puede ser
zombie y volver a revivir de la muerte. ¿Neuronas tristes? ¿Neurotransmisores
tristes? ¿Cerebro triste? ¿Chico triste? No se sabe cuál de los cuatro, nunca se
sabe nada y eso llega a ser irritablemente grandioso.
Ay profe de
aritmealgebralinealsociomología, se me hace más fácil entenderlo a usté que a
la vida.