Miró el cielo estrellado, cada punto de luz en el lienzo de la noche se reflejaba radiante en sus pupilas, como si no quisieran reflejarse en ningún otro lugar. Se llevó el porro a la boca, inhalo, contuvo, exhaló, vio como la oscuridad absorbía el humo blanco haciéndolo desaparecer, él quería ser ese humo. La luna apenas empezaba a nacer, ella lo observaba como si estuviese decepcionada, era tan horrible su pálida expresión que tal vez los otros planetas se enterarían de lo que pasaba. Sintió la frialdad del césped traspasar su camiseta, un escalofrío recorrió su espalda y lo supo: estaba jodido, no había nada ni nadie que pudiese cambiarlo, al menos no esa noche.
Sacudió la cabeza y se levantó
del suelo, las luces iluminaban el lago del parque de una forma asombrosa,
formaban líneas de luz ondulantes, se quedó viendo formas de su problema,
pensó, pensó tanto que estaba cansado de hacerlo, su cerebro estallaría, pero
eso no importaba, aun si su cerebro estallara o no, no volvería a tener lo que
antes tenía. Recuerda ese día, llevaba puestas las mismas botas de suela de
caucho que ahora mismo aplastan el césped; corrió tanto, corrió tan lejos, lo
hizo porque sabía que si lo hacía, jamás volvería a ese lugar donde albergaban
tantas penas, ese lugar donde todos fingían ser una familia. Ahora se siente
estúpido, siente que fue un cobarde que no encontró otra salida más que huir,
ni siquiera intentó cambiar la situación, no lo hizo porque sabía que jamás
cambiaría, nadie allí quería saber del chico de ojos claros y cabello negro que
siempre intentaba hacer lo mejor para no cagarla. Pero él no podía ser como
ellos querían, sus padres lo veían como algo que no era, creían en una persona
que era inexistente en su sonrisa; las carcajadas le dolían, los brindis en las
navidades no significaban nada, no había nada real allí, nada que pudiese
limpiar el pozo lleno de mierda que había en la mitad de su alma.
En el camino se encontró a un
muchacho sentado en el banco cerca al lago, tenía la mirada fija en algún lugar
del parque y un cigarro sin encender en la mano derecha. Posó sus ojos sobre
el chico con chaqueta de cuero y botas, hizo una expresión que él nunca había
visto y le preguntó:
-Hey amigo, ¿Tiene fuego?-
-Claro, tenga- Dijo mientras le daba el encendedor color
amarillo. Sintió los dedos del desconocido, estaban sudorosos, se veía pálido,
parecía que fuese a sufrir un ataque de ansiedad.
-Anda, sentate-
-¿Usted es de aquí?-
-Mire amigo, yo no soy de ninguna
parte, por eso estoy aquí-
-Okay- Murmuró mientras se
acomodaba al lado del desconocido que intentaba prender el cigarro sin quemarse,
le temblaban las manos.
- La gente cambia bro, no sé cómo
lidiar con los cambios, soy malísimo para los cambios, siento que me va a dar
un paro cardiaco cada que alguien quiere desordenar mi fucking vida-
-Pero todo cambia, hasta usted
cambia, uno tiene que adaptarse sabe-
-Pero no es fácil adaptarse a la
basura, a la gente basura y las cosas basura-
-¿Cómo sabe que usted no es
basura también?-
-Seguro lo soy porque a veces ni
me soporto a mí mismo-
-Tal vez es eso, ¿Cómo va a
soportar a los demás si no se soporta a usted? Seguramente usted es basura,
entonces todo le parece basura, la forma en que se percibe el mundo es también
la forma en la que se percibe a usted mismo-
-Che, ya no sé qué decirle, creo
que tiene razón-
-¿Por qué me cuenta todo eso?
Pensé que quería que le prestara para encender el cigarro no más-
- Mire amigo, hay cosas que sólo se pueden hablar con desconocidos, no te joden porque no saben quién sos-
- Cierto-
-Ya puede largarse, vaya con Dios
por fa-
-Iré con él, pero sólo si le gusta la
mala compañía-
-Mejor mal acompañado que solo-
-Dios debe sentirse solo, es el
único santo y todos somos pobres diablos-
-Adiós Bro-
-Espere, devuélvame el
encendedor-
-Mire, ahí tiene, era una prueba,
los que olvidan los encendedores siempre tienen mala suerte-
-¿Entonces tengo buena suerte? No
creo-
-Men,
acaba de darme el mejor consejo, usted tiene suerte de tenerse. Vuelva a su
casa-
-No tengo una-
-Pero la tendrá-
-Gracias, ¿Cómo se llama?-
-No tengo nombre ¿Y usted?-
-Tampoco-
tener un lugar donde regresar, no se si todos lo tenemos, pero el simple hecho de llegar a cuestionarse ese algo, es algo que te dibuja una sombra de aquellos o ese espacio que te mantiene. ^^.
ResponderEliminarMe gusto mucho la descripción previa al dialogo, es bastante ilustradora, y el dialogo, un recordatorio, que la vida no solo a nosotros de veces en cuando nos sabe amarga.
suerte, un beso.
Es un hermoso relato, con un sin fin de reflexiones, cada uno de nosotros podemos ser el sin nombre, cada uno de nosotros necesitamos de desconcidos, cuando no lo somos nosotros.
ResponderEliminarSaludos Caro.
Qtta.
Un relato inquietante lleno de reflexiones, gracias por compartir.
ResponderEliminarque tengas una buena semana.
un saludo.
Gracias por comentar mi entrada, de hecho, me encanta tu blog. A veces simplemente me canso de intentarlo ¿Sabes? Supongo que tenés idea lo que es soportar y seguir adelante, y sí, últimamente trato todo con la certeza de que fallaré, porque así me ha pasado a lo largo de mi vida, lo miraba con positivismo y fallaba. A veces soy muy idiota, desvalorando todo lo que tengo, y desvalorándome a mí misma. Gracias por lo de creativa! Tengo lo mío, pero el diseño está hecho a propósito, en vez de ser triste y negro como son mis textos, es divertido y colorido. De nuevo, muchísimas gracias por el consejo y por leerme! Besos.
ResponderEliminarSiempre me ha gustado mucho como escribes.
ResponderEliminarUn beso grande, Carolina.
Los desconocidos nunca tienen nombre, pero son una buena compañía.
ResponderEliminarUn saludo:
V
Correr para dejar todo atrás es una de las cosas que más les gusta a los personajes de mi novelas. Sería más fácil así, hasta que el dolor de los músculos nos impidiese continuar.
ResponderEliminarEl diálogo ha sido sensacional, así como la fotografía del final.
Un beso muy fuerte.
Hola!!
ResponderEliminarMe encanto, de verdad la entrada y tu blog *-*!!
Aqui va una seguidoraa!!
Besos