Quién sabe quién es el herido
esta vez, porque ya nuestros golpes se confunden y se dirigen hacia nosotros
mismos. La luna nueva desaparecida, un humo denso de una noche negra que se
despliega por encima de tus ojos, es misteriosa, está llena de sabores alegres
del tiempo. Pasa un cóctel por tu mano y tu muñeca se dobla delicadamente para
sostenerlo y dirigir una mirada triste a un engaño, la noche sigue corriendo
bajo tus rodillas que tiemblan esperando una respuesta a la incertidumbre de la lealtad.
Que suaves son los pliegues de tu
vestido que se ha cerrado a las caricias unilaterales, que largos son los dedos
que aplastan la duda y apuntan a los sentimientos que se apagan como un motor
lleno de agua. No es algo que se pueda
arreglar con una charla, es algo de limón y vodka barato, es algo de un adiós interlineado.