Una página en blanco que espera
ser rayada, ser rota, ser manchada con el pocillo de tinto. Siempre espera que
hagan algo con ella porque quedarse en blanco es demasiado triste, es un matiz
de la luz pero aquí no funciona la filosofía de la luz y la oscuridad porque la
idea es verse usada, un poco más oscura, amarillenta, llena de historias que
contar, porque sin mugre ¿Quién va a tener de que hablar?
Yo iba caminando hacia a ti,
cuando me viste sonreíste y no me alcanzaron los puntos suspensivos para
alargar la descripción de tu sonrisa, de cómo brillaba tu rostro y el abrazo
que envolviste en mi mientras me preguntabas que película veríamos. Hasta me acuerdo del olor de ese día, era un
perfume amaderado que se mezclaba con las palabras que encajaban tan bien con
mis oídos, con mi gusto, porque reíamos tanto que nos parecía increíble que se
pudiera ser tan feliz. Yo sabía que todo
era demasiado hermoso, que en algún momento algo me iba a salir mal, que las
personas como tú no se quedan al lado de nadie, ni de nada. ¿Qué podía hacer? No sé si es mi tendencia a
atraer a las personas caóticas, a ser
hechizada tan fácilmente por las miradas llenas de secretos.
Los labios se marchitan cuando son falsos todos
los besos, no sé si es que yo olvidé besar con el alma o si me he topado con
cascarones vacíos, llenos de comerciales de T.V y cerveza barata. Es que a veces uno tiene un montón de amigos
y luego se da cuenta que no tiene ninguno, te acuestas a dormir con esa
carcajada antigua atrapada en el pecho, como un gozo irrecuperable. Luego todos
te dicen que no es bueno mirar hacia el pasado, pero si todo el presente parece
desierto, uno tiene la tentación de girarse, de abrazar viejos momentos para
recordarse que tal vez volverá a ser así de feliz, pero si miras hacia atrás te
conviertes en piedra, un objeto sucio e inerte que no avanza, mantener,
mantener los ojos al frente ¡Qué difícil!
Respira.