Se despertó y se preguntó si se había despertado
o se había quedado dormida, se sintió
como el sueño de alguna mariposa que reposa en la corteza de cualquier árbol en
un día soleado. Fue pequeña, muy pequeña, recuerda lo yuxtapuesto que se
encontraba su ser cuando leyó sobre la
teoría de las cuerdas. Se pierde en eso,
en los pensamientos que parecen huevos revueltos cósmicos en su cabeza y se
manifiestan con un par de ojos mirando fijamente la calle cuando se encuentra
sumida en sus divagaciones en el bus de la mañana. Entonces vuelve un poco hacia
la realidad cuando alguien le habla de sus problemas de pareja, la verdad son
cosas que no le interesan demasiado y piensa que le gustaría charlar sobre los
huevos revueltos con alguien, pero todos viven tan afuera que no quieren meterse
adentro, se siente sola y cae en la literatura engañosa de los misántropos;
eso no le sirve para nada pero lo hace porque las letras se quedan sentadas
tomándose un café junto a sus pensamientos absurdos, se siente bien por unos días
pero luego habla con cierta persona y siente esa soledad horrible de nuevo.
Un amigo le dijo que uno a veces
está tan desesperado que llorar parece ilógico, le contaba que se reía con
todas sus fuerzas, ella le preguntó de que se reía y él le dijo que se reía de
la nada, de la nada interminable que siempre seguirá siendo aunque intentemos
rellenarla con crema chantilly baja en calorías. “Reírse de la nada” , sonrió pensando en eso y se dio cuenta de que no estaba tan triste, sólo estaba en
un estado de inconformidad prologanda hacia el infinito. Eso no era malo porque
siempre podía buscar más y más y tal vez, algún día, llegar a encontrar algo
grandioso.
¿Por qué no sonreír? Una vez leí
que todos los átomos que hoy componen nuestro cuerpo,
se formaron en el interior de las estrellas.