Hundido bajo el mar con los ojos
cerrados, la boca llena de sal,
esperando impaciente a mi decisión de bajar y sumergirme contigo, sumergirme en
el placer envuelto en las olas unidas por las gotas de agua infinita que crecen
y crecen al igual que nuestros deseos. Te miro desde arriba sin que tú te des
cuenta, suspiro, hay un brillo inusual que se refleja en la superficie, me hace
saber en dónde estás, es dónde me esperas. Decido por fin bajar, me escuchas,
buscas mi cintura, me aprietas contra ti, yo tiemblo como una niña asustada;
los labios empiezan a rosarse en una
danza de arena, agua, playa nocturna que recorre los rincones desconocidos de
las sensaciones corporales, volcanes que estallan en nuestros pechos,
escalofríos glaciares que recorren mi ser entero al estar envuelta en tan
hermosa y caótica sensación de renacer de nuevo.